Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana

El Comité de Redacción de Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana ha seleccionado este artículo publicado en la revista “Ciencia Hoy” (Volumen 10, n.º 56, abril-mayo 2000) para su difusión a través de FABA Informa.

La esquistosomiasis: una de las enfermedades parasitarias más difundidas en el mundo

Dos notas sobre la esquistosomiasis, un a afección fundamentalmente crónica, que debilita severamente a quienes la padecen, reduce su capacidad productiva y limita sus perspectivas de progreso económico y social. Según la OMS, la esquistosomiasis afecta a más de 200 millones de personas en 74 países tropicales y subtropicales del mundo en desarrollo. Existe un riesgo cierto de que esta enfermedad se extienda desde el Brasil a nuestro país.

Gerardo A. Mirkin, Linus Spatz y Stella M. González Cappa
Departamento de Microbiología, Parasitología e Inmunología - Facultad de Medicina, UBA

PARTE I
I. Regulación inmunológica del ciclo de Schistosoma mansoni

La esquistosomiasis, enfermedad causada por parásitos del género Schistosoma (Platyhe lminthes, Trematoda), es endémica en áreas tropicales y subtropicales de África, Asia y América (la descripción de la enfermedad se publicará en el próximo FABA). En este último continente, la especie responsable de la enfermedad es Schistosoma mansoni, que se encuentra predominantemente en el Brasil. En la figura 1 se esquematiza el ciclo del parásito: los caracoles de agua dulce del género Biomphalaria constituyen los hospederos intermediarios -aquellos en los que se desarrollan las formas inmaduras, no sexuadas, del parásito- mientras que el ser humano u otros mamíferos son los hospederos definitivos, en los que se desarrollan las formas adultas, que presentan dimorfismo sexual.
Los parásitos adultos, que miden de 1,0 a 1,5cm de longitud y de 0,5 a 1,0mm de diámetro (figura 2), se alojan en las vénulas del intestino delgado (S. japonicum), del colon (S. mansoni) o de la vejiga urinaria (S. haematobium).
Las hembras maduras se ubican en un canal longitudinal ventral presente en el macho, el canal ginecofórico, y producen huevos de aproximadamente 140 x 76µm, que son arrastrados por la circulación (figura 3).
Algunos de los huevos son retenidos en los capilares y forman émbolos, mientras que otros pueden continuar su tránsito hasta alojarse en el hígado.
Los huevos que portan un embrión viable liberan proteínas antigénicas -esto es, capaces de estimular la respuesta inmune-, que reciben el nombre de SEA (por Soluble Egg Antigens). Estas proteínas activan diversas células del sistema inmune -preferencialmente los linfocitos T CD4- las cuales inducen la formación de una lesión denominada granuloma (véanse “Los linfocitos T CD4 y la formación del granuloma” y la figura 4). El granuloma es en realidad la resultante de la reacción de los tejidos contra el huevo; se trata de una lesión de origen inflamatorio, localizada, en la que convergen diversos tipos celulares. Como se explica en el recuadro al que se hizo referencia, el desarrollo de esta lesión está asociado a una secuencia de eventos en los que la activación de la respuesta inmune celular juega un papel preponderante. Como resultado de esta activación, los linfocitos inducen el reclutamiento de células inflamatorias inespecíficas -por ej., macrófagos y leucocitos polimorfonucleares eosinófilos-, cuya función es destruir el huevo. Paradójicamente, esta respuesta inmune frente al SEA, que limita la dispersión del agente extraño -el huevo liberando antígenos-, es a la vez la que origina la patología observada en la enfermedad y la responsable de la continuidad del ciclo biológico de la especie. Esta situación se relaciona con los mecanismos adaptativos del parásito, que posibilitan el desarrollo de una enfermedad crónica. La cronicidad, o capacidad del parásito de persistir en el huésped sin matarlo en forma inmediata, es una condición necesaria para la sobrevida de las especies parasitarias.
¿Cómo se establece la cronicidad? ¿Cómo sobrevive un parásito como S. mansoni en un medio tan hostil como el torrente circulatorio, donde podría ser detectado y destruido por una gran variedad de mecanismos inmunológicos? Se sabe actualmente que en la superficie de estos helmintos, también denominados vermes, o gusanos, existen moléculas complejas -proteínas, glicoproteínas y glicolípidos- cuyas estructuras son semejantes a las del hospedero, por lo cual este último no reconoce al parásito como extraño. Esta estrategia permite que el agente infeccioso persista y se reproduzca en el hospedero quien, a su vez, debe sobrevivir. Para comprender este fenómeno debemos considerar otros aspectos del ciclo biológico de la enfermedad.
Las larvas del gusano, denominadas cercarias, de hábitos acuáticos y vida libre efímera, deben encontrar al hospedero definitivo en alrededor de 36 horas. Luego de emerger del caracol, donde se desarrollaron (véase la figura 1), las cercarias inician la infección al atravesar la piel de humanos u otros mamíferos. Estas larvas continúan su desarrollo y circulan por el torrente sanguíneo del huésped hasta llegar a su localización definitiva, donde maduran y se transforman en adultos. La fase de migración y maduración dura alrededor de un mes, tiempo durante el cual el hospedero, expuesto a los distintos antígenos larvarios, desarrolla una respuesta inmune específica. Esta se denomina inmunidad concomitante, porque se desarrolla durante la infección pero disminuye progresivamente al desaparecer el parásito. La inmunidad concomitante es característica de la mayoría de las infecciones parasitarias; gracias a ella se controla la reinfección y, por consiguiente, la carga parasitaria, es decir, la cantidad de parásitos adultos en el huésped.
El segundo fenómeno a considerar se relaciona con la evolución de la respuesta granulomatosa. Se ha observado, tanto en modelos experimentales como en humanos, que los granulomas que se forman durante la etapa crónica son de menor tamaño que los que se instalan en la etapa aguda. Estudios realizados in vitro con cultivos de macrófagos obtenidos de los granulomas, han demostrado que estos producen elevadas cantidades de una linfoquina, la interleuquina 10 (IL-10), que inhibe la activación de los linfocitos T naïve (aquellos que nunca han sido activados mediante contacto con el antígeno específico). Como se explica en el recuadro “Los linfocitos T CD4 y la formación del granuloma”, los linfocitos naïve inactivos no pueden ser reclutados en los granulomas, por lo que el tamaño de estos es menor.
Nos falta aún abordar un aspecto esencial de este sistema biológico tan complejo: si el sistema circulatorio de los mamíferos es cerrado, y los huevos del parásito están “bloqueados” en los granulomas, ¿cómo llegan los huevos al medio ambiente acuático, donde continúan su desarrollo? Ya explicamos que los granulomas se forman a partir de huevos que quedan retenidos en los capilares mesentéricos o en los sinusoides hepáticos. Sucede que la reacción inflamatoria expulsa los huevos desde la luz del vaso sanguíneo hacia su pared y, luego, al parénquima hepático o hacia la pared intestinal, según sea la localización del granuloma. En este último caso, la progresión de la lesión da como resultado la liberación de los huevos hacia la luz intestinal y su eliminación con las heces durante la defecación. Si esta ocurre en aguas donde habitan caracoles del género Biomphalaria, el ciclo biológico podrá continuar, siempre y cuando las condiciones -por ej. la densidad y la susceptibilidad de la población de caracoles, y ciertos factores ambientales- sean las adecuadas (véase "Epidemiología de las especies hospedadoras de Schistosoma mansoni en la Argentina").
Diferentes estudios apoyan la hipótesis de que se requiere la formación de granulomas para que se eliminen los huevos. Como mencionamos previamente, el tamaño de los granulomas que se forman durante la fase crónica es menor, lo cual coincide con una menor eliminación de huevos. Además, se ha observado que la materia fecal de ratones deficientes en linfocitos T CD4, presenta una cantidad de huevos significativamente menor que la de ratones normales. Dado que la carga parasitaria -esto es el número de gusanos- en ambos grupos experimentales era la misma, la diferencia observada solo puede asignarse a la ausencia de linfocitos T CD4 en el primer grupo.
Es necesario considerar que la esquistosomiasis es una enfermedad que puede tratarse con parasiticidas, pero la administración de estos medicamentos representa un drenaje importante en las economías de los países donde la esquistosomiasis es endémica. Es por ello que el desarrollo de vacunas y de estrategias orientadas al control de los caracoles es una prioridad dentro de los programas sobre parasitosis de la Organización Mundial de la Salud.

LOS LINFOCITOS T CD4 Y LA FORMACIÓN DEL GRANULOMA

Los linfocitos T CD4 -así denominados porque son leucocitos, o sea células de la serie “blanca” de la sangre, que llevan en su membrana una proteína “bautizada” CD4- se originan en la médula ósea; su función principal es cooperar en todos los fenómenos de la respuesta inmune (véase “La respuesta inmune”, CIENCIA Hoy, 36:22-33, 1996). Esta cooperación se manifiesta, en parte, como consecuencia de la síntesis y secreción de proteínas solubles llamadas citoquinas, las cuales estimulan diversos procesos inmunes. Las citoquinas pueden inducir la proliferación de linfocitos B y su posterior transformación en células plasmáticas, las que producen los anticuerpos, proteínas que controlan las infecciones que se diseminan a través del torrente circulatorio. También pueden estimular la proliferación, diferenciación y activación de ciertas células fagocíticas –llamadas así porque poseen la propiedad de ingerir cuerpos extraños-, como por ejemplo los macrófagos, y de los leucocitos polimorfonucleares.
Los linfocitos T CD4 pueden ser divididos en dos subpoblaciones, de acuerdo con las citoquinas que producen. Así, la subpoblación Th-1 (por T Helper) produce principalmente interleuquina 2 (IL-2), interferón (IFN-) y factor de necrosis tumoral (TNF), mientras que los linfocitos T CD4 denominados Th-2 producen IL-4, IL-5, IL-6, IL-10 e IL-13. Esta división de las células T -a las que últimamente debe añadirse la subpoblación Th0, que produce ambos tipos de citoquinas- se extiende a la inmunorregulación producida en las infecciones virajes, bacterianas o parasitarias. En la actualidad, muchas enfermedades infecciosas son catalogadas como de tipo 1 o de tipo 2, según las citoquinas cuya síntesis es inducida en mayor proporción.
Como se ha explicado en el texto central, los huevos de S. mansoni que quedan atrapados en los pequeños vasos sanguíneos producen proteínas solubles, antigénicas- pues estimulan la respuesta inmune-, denominadas SEA. Estas proteínas son capturadas por los macrófagos de los ganglios mesentéricos -adyacentes al intestino grueso-, en los cuales activan la secreción de IL 1, que, a su vez, promueve el aumento de la síntesis de receptores en la membrana celular de esos mismos macrófagos. La producción de IL 1 Y la aparición de dichos receptores favorece, además, la activación de linfocitos T CD4 del subtipo Th-1, que producen IFN-.
Los linfocitos Th-1 circulan por los vasos linfáticos y sanguíneos, y al encontrarse con macrófagos situados en la periferia de los huevos del parásito, comienzan a proliferar y secretar IFN-, aumentando la proporción de macrófagos activados. Estos se fusionan y forman células gigantes que engloban al huevo y tratan de destruirlo liberando enzimas que hidrolizan proteínas y azúcares, y reactivos intermediarios del oxígeno- por ej., el anión superóxido y el óxido nítrico-, que actúan como oxidantes.
Si bien la mayoría de los linfocitos inicialmente presentes alrededor del granuloma son Th-1, progresivamente aumenta la población de linfocitos Th2. La IL-5, secretada por estos linfocitos, estimula la proliferación y diferenciación de los leucocitos eosinófilos, que liberan gránulos con enzimas proteolíticas; por otro lado, la IL-10 disminuye la activación de linfocitos T y macrófagos.
Aunque no se conocen los mecanismos responsables del cambio de una respuesta Th-1 a una Th-2, la concentración de antígeno y de las distintas citoquinas en el sitio de la respuesta parece jugar un papel relevante. El resultado final -al que se denomina modulación de la formación del granuloma- es la desaparición de las señales que estimulan el reclutamiento de linfocitos en el sitio donde se encuentran los huevos, por lo que los granulomas producidos tardíamente tendrán menor tamaño.

EPIDEMIOLOGÍA DE LAS ESPECIES HOSPEDADORAS DE SCHISTOSOMA MANSONI EN LA ARGENTINA

Nuestro grupo de trabajo se encuentra estudiando diversos aspectos del parásito y de sus hospederos intermediarios, los caracoles de agua dulce del género Biomphalaria.
Hasta hace poco, la determinación sistemática de las especies del género Biomphalaria se realizaba principalmente sobre la base de las diferencias morfológicas del aparato reproductor de los animales. Sin embargo, cuando estas diferencias son escasas, el método no permite identificar con certeza ciertas especies o subespecies, probables vectores del parásito, lo cual constituye un serio problema epidemiológico. En los últimos años se han comenzado a utilizar técnicas de biología molecular para el estudio taxonómico de estos moluscos, las cuales se basan en la amplificación de segmentos del ácido desoxirribonucleico (ADN) por medio de la reacción en cadena de la polimerasa (véase “La reacción en cadena de la polimerasa”, CIENCIA Hoy, 23: 52-60, 1993). Esta técnica, seguida por la digestión con enzimas de restricción de los productos amplificados, nos ha permitido diferenciar fehacientemente a todas las especies del género halladas en la’ Argentina.
También quisimos establecer la capacidad de los caracoles del litoral argentino en transmitir Schistosoma mansoni. Para establecer tanto el grado de susceptibilidad como de resistencia que pueden presentar los moluscos se criaron ejemplares a partir de poblaciones recolectadas periódicamente en las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Chaco, y se los infectó en el laboratorio con distintas cepas del parásito, originarias del sur del Brasil. A partir de la cuarta semana de infección los caracoles se revisaron periódicamente en busca de cercarias, estadio larval que emerge del molusco en el agua, y que constituye el elemento infectante para el hombre (véase la figura 1 del texto central). Dos de las siete especies de Biomphalaria identificadas en nuestro país, B. tenagophila y B. straminea, están naturalmente infectadas en el Brasil y representan un riesgo potencial para la Argentina. Los ensayos de susceptibilidad realizados con distintas poblaciones de B. tenagophila de nuestro litoral indicaron que un 4-8% de los caracoles emitían cercarias, mientras que las poblaciones de B. straminea fueron refractarias a la infección con S. mansoni.
Se ha demostrado que caracoles resistentes a la infección con S. mansoni, pueden volverse susceptibles si se los infecta previamente con otros trematodes, los cuales alterarían la respuesta normal del sistema de defensa del molusco. Nosotros realizamos infecciones experimentales dobles y hallamos resultados similares para las poblaciones resistentes de B. straminea y para dos especies consideradas no transmisoras del parásito: B. oligoza y B. orbignyi. Así, se observó que un 12% de los caracoles de B. straminea y aproximadamente un 30% de B. oligoza y B. orbignyi emitían cercarias de S. mansoni cuando se los infectaba 24 horas antes con otro parásito trematode presente naturalmente en los caracoles de la Argentina.
A pesar de que los caracoles de nuestro país no muestran gran susceptibilidad al S. mansoni, podrían representar un serio riesgo para el establecimiento y transmisión de la parasitosis, ya que en ciertas áreas endémicas del Brasil –en donde se hallaron porcentajes similares de caracoles infectados- la incidencia de infección en la población de la región supera en algunos casos el 40%.

Lecturas sugeridas
Constant, S.L. & Bottomly, K., 1997, “Induction of Th1 and Th2 CD4+ T cell responses: The alternative approaches”, Ann. Rev. Immunol, 15: 297-322.
Doenhoff, M.J., 1997, “A role for granulomatous inflammation in the transmission of infectious disease: schistosomiasis and tuberculosis”, Parasitology, 115: (S)113-(S)125.
El-Garem, A.A., 1998, “Schistosomiasis”, Digestion, 59:589-605.
Mc Kerrow, J.H., 1997, “Cytokine induction and exploitation in schistosome infections”, Parasitology, 115: (S)107-(S)112.
Reiser, H. & Stadecker, M.J., 1996, “Costimulatory B7 molecules in the pathogenesis of infectious and autoimmune diseases”, N. Engl. J. Med., 335:1369-1377.

 


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