Es la transferencia mediante técnicas de
biología molecular de una secuencia de ADN en reemplazo de material
genético defectuoso con el objetivo de revertir enfermedades. Considerada
como un tratamiento de avanzada aplicado en forma experimental, todavía
requiere mayores avances para su indicación clínica. Sin
embargo, investigadores argentinos ya piensan aplicarla en pacientes con
insuficiencia cardíaca.
Por Ana María Pertierra para Faba Informa
La terapia génica es una técnica para corregir
genes defectuosos responsables del desarrollo de una enfermedad. Aquellos
desórdenes causados por mutación de un solo gen son los
mejores candidatos para la terapia génica. Por el contrario, la
mayoría de las patologías más comunes como la enfermedad
cardíaca, la hipertensión arterial, la enfermedad de Alzheimer,
la artritis y la diabetes están causadas por la acción combinada
de la variación de muchos genes. Este tipo de desórdenes
multigénicos o multifactoriales resulta difícil de abordar
mediante la terapia génica.
Para corregir genes dañados, lo más común es insertar
un gen normal dentro de un lugar no específico del genoma para
reemplazar a un gen no funcional. Otra forma sería reparar el gen
anormal mediante una mutación selectiva reversa que retorna al
gen a su función normal o, modificar la regulación de un
gen particular es decir la magnitud en que se expresa dicho gen. Y la
última que el gen anormal podría ser intercambiado por el
normal mediante la recombinación de homólogos.
En la mayoría de los estudios con esta terapia un gen “normal”
se inserta dentro del genoma en reemplazo del gen “anormal”
causante de la enfermedad. Una molécula transportadora llamada
vector, se encarga de llevar el plásmido a la célula blanco
del paciente. Como vectores se usan a los virus que han sido genéticamente
modificados para transportar DNA humano normal.
Si bien la terapia génica apunta a la causa íntima de la
enfermedad no es factible aplicarla a todo tipo de afección. “En
el caso de los desórdenes metabólicos en los que está
involucrado un solo gen es más fácil el uso de este tratamiento”,
comentó la doctora Irene Ennis dedicada a la investigación
básica y a la docencia en la Cátedra de Fisiología
de la Facultad de Ciencias Médicas de La Plata, y que en Estados
Unidos trabajó con esta técnica para el tratamiento de la
insuficiencia cardíaca mediante la sobreexpresión de algunas
proteínas involucradas en la bomba de calcio.
La hipertrofia cardíaca o la hipertensión arterial -agregó-
son enfermedades poligénicas, en la que están involucrados
varios genes a su vez muy influenciados por condiciones ambientales, culturales
y sociales por lo que no es tan sencillo implementar la terapia génica
en estos casos.
Sin embargo, la investigación clínica se afana por encontrar
soluciones por esta vía. La razón es que la enfermedad cardiovascular
es la primera causa de muerte en los países desarrollados donde
se destinan amplios recursos para la salud y la investigación.
Recientemente en nuestro país, investigadores de la Fundación
Favaloro y de la empresa biotecnológica Biosidus, tras cinco años
de estudios en modelos de animales grandes (cerdos y ovejas), demostraron
que inyectando el gen VEGF 165 (vascular endotelial growth factor) mejoró
considerablemente la capacidad de formación de nuevos vasos sanguíneos.
Ahora se aprestan a aplicar este tratamiento en pacientes que padecen
insuficiencia cardíaca para favorecer la formación de nuevos
vasos que reemplacen a los que estén obstruidos inyectando por
vía intramuscular el gen solo sin mediar virus alguno como vector.
“En el tratamiento del infarto lo que se intenta es corregir la
alteración de la irrigación, pero no se está yendo
a la causa del problema que sería por qué se forman los
ateromas”, destacó Ennis.
Condiciones mínimas
Para recurrir a la terapia génica se necesitan tres elementos básicos:
el gen que se pretende modificar, ya sea sobreexpresar, anular o regular
su expresión; un vector o forma de introducir el gen en cuestión
en el genoma de la célula huésped (de personas o animales
de experimentación), y una vía de administración.
“En el tratamiento de animales los vectores más usados hasta
el momento son los virus y dentro de ellos los retrovirus y los adenovirus”,
explicó la especialista.
Los retrovirus que son fáciles de producir y accesibles por su
costo tienen la limitación de que sólo pueden infectar a
células que se replican. Esta característica los inutiliza
para el tratamiento de células cardíacas o miocitos que
no se dividen. Los vectores de elección en esos casos son los adenovirus
pero también presentan un inconveniente grave, generan una respuesta
inmune con efectos adversos tan severos como la muerte.
La administración por vía endovenosa asegura la llegada
del plásmido al tejido dañado. Si bien el adenovirus no
selecciona al tejido, es el gen que lleva en su interior que, unido a
un promotor propio del tejido que debe infectar, se expresa únicamente
en aquel codificado por el promotor. Otra vía más directa
y que requiere menor dosis de plásmido es la intramuscular (músculo
cardíaco) pero no es un método tan sencillo.
Una alternativa más inocua es la aplicación del plásmido
solo, sin virus. “La penetración en la células es
muy baja y hay que administrar grandes dosis para lograr alguna expresión”,
comentó Ennis.
Una novedad terapéutica es la administración de plásmidos
con coadyuvantes como los lipososmas. El DNA se rodea de una capa de lípidos
catiónicos que lo vuelve permeable a la membrana plasmática.
“Estas transfecciones representan una ventaja enorme porque por
un lado se elimina la respuesta inmune que generan los adenovirus y por
otro, es una alternativa muy económica”, concluyó
la investigadora.
Terapia génica y bioética
En 1990 comenzaron los primeros ensayos clínicos con terapia génica.
A partir de allí la técnica avanzó lentamente. En
1999 sufrió un gran retroceso cuando un adolescente de 18 años,
Jesse Gelsinger, murió durante un ensayo clínico de terapia
génica para la deficiencia de ornitin-transcarboxilasa en la Universidad
de Pennsylvania. Su muerte se produjo 4 días después de
iniciado el tratamiento por fallas en múltiples órganos
causadas por una severa respuesta inmunológica contra el adenovirus
usado como vector.
Casos más recientes ponen de relieve los riesgos, como los de los
niños franceses que, tratados con terapia génica con retrovirus
por una afección inmunitaria conocida como “síndrome
del niño de la burbuja”, desarrollaron una enfermedad similar
a la leucemia. Esto condujo a que, en enero de 2003, la FDA ( Food and
Drug Adminstration) suspendiera temporalmente todos los ensayos clínicos
con retrovirus como vectores para stem- cells sanguíneas.
El avance de la ciencia no se detiene pero plantea también un dilema
ético. La doctora Ennis reflexionó acerca de los desafíos
que la bioética deber enfrentar: “¿Hasta dónde
es posible manipular la expresión de un gen o modificarlo ?”,
se preguntó.
Los procedimientos de la llamada terapia génica tienen un amplio
campo de aplicación y abren vastos caminos hacia la solución
de enfermedades. Sin embargo, los interrogantes éticos respecto
del límite de estos progresos científicos quedan sin resolver,
sobretodo en países, como el nuestro, donde no existen marcos regulatorios
para estas actividades.
Ennis consideró que “la medicina debería apoyarse
en dos pilares fundamentales, la educación y la investigación
básica”. La educación para prevenir problemas de salud
tan acuciantes como la hipertensión arterial que afecta a más
de un cuarto de la población y que podría mejorarse con
sanos hábitos de vida y la investigación básica para
dilucidar los máximos interrogantes de la ciencia.
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