Es la carencia más frecuente en niños
y mujeres embarazadas. Esperan reducir su alta prevalencia en el país
mediante la incorporación de alimentos fortificados, leche y harinas,
como estrategia de prevención en los planes de salud materno-infantil
que ya llevan dos años de implementación. Los resultados
de la intervención como los parámetros bioquímicos
estarán disponibles en pocos meses.
Por Ana María Pertierra
La anemia por deficiencia de hierro ha sido y es
un problema que afecta , según la región, a entre el 22
% y el 65 % de los niños menores de dos años y constituye
un tema crucial de la salud pública porque deja secuelas irreversibles
en el desarrollo psicomotor de los pequeños. Sin embargo, ésta
situación se mantiene a pesar de los planes puestos en marcha hasta
la fecha. “Durante 15 años, donde la política de prevención
fue la suplementación, no se logró a nivel poblacional ninguna
mejoría”, enfatizó la doctora Elvira Calvo pediatra
y coordinadora del Área de Nutrición de la Dirección
Nacional de Salud Materno Infantil del Ministerio de Salud de la Nación,
durante la primera jornada científica “La alimentación
de los niños argentinos de hoy y su futuro”, organizada por
el CESNI (Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil) que tuvo
lugar el 28 de octubre último en la ciudad de Buenos Aires.
La especialista se refirió al fracaso de anteriores planes de intervención
puesto en evidencia por las encuestas en distintas regiones del país
durante los años 1985 y 2000 que revelaron “alarmantes”cifras
de prevalencia de anemia en niños de 6 a 24 meses de edad que van
de un mínimo de 22 % en Tierra del Fuego a un máximo de
65 % en la provincia del Chaco. Datos poblacionales indican también
que un tercio de las embarazadas tiene anemia por deficiencia de hierro.
Esta comprobación -explicó ante una audiencia de nutricionistas
y médicos - fue determinante para impulsar una política
de fortificación de alimentos que llevó a la promulgación
de dos leyes: la 25.459 que obliga, desde principios del año 2001,
al Estado a suministrar en sus planes sociales dirigidos a niños
y embarazadas leches fortificadas con hierro, zinc y vitamina C ; y la
25.630 reglamentada en agosto último que indica similar exigencia
con las harinas, las que deben estar fortificadas con hierro, ácido
fólico, tiamina, riboflavina y niacina.
La funcionaria espera ansiosa el éxito de ésta estrategia
de prevención que ya lleva más de dos años en curso
y que pretende atacar el problema desde distintos aspectos. Actualmente
el grupo de trabajo que lidera la doctora Calvo está abocado a
la evaluación del impacto biológico de la administración
de la leche fortificada sobre este grupo etario mediante el estudio de
los parámetros bioquímicos, cuyos resultados estarán
disponibles en pocos meses. “Estimamos que deberíamos tener
un impacto importante. Esperamos que la prevalencia de anemia en los grupos
críticos haya bajado a valores próximos al 25 % por lo menos”,
confío la funcionaria.
La experiencia de un plan similar implementado en Chile obtuvo excelentes
resultados.
Logró reducir la prevalencia de anemia desde un 30 % a un 5 % en
niños de 15 meses de edad que recibían una leche fortificada
semejante en su composición a la utilizada en nuestro país.
Los estudios chilenos midieron la absorción de hierro con marcadores
isotópicos y observaron un aumento considerable cuando se adicionaba
al alimento ácido ascórbico.
La oferta y la demanda
La deficiencia de hierro surge como la resultante de dos factores , por
un lado la biodisponibilidad promedio del mineral en la dieta y por otro
el aumento de los requerimientos, que a su vez dependen directamente de
la velocidad de crecimiento y de las pérdidas. Estas causales determinan
que los niños menores de 2 años y las mujeres en edad fértil
y las embarazadas constituyan grupos vulnerables sobre los cuales se debe
poner el énfasis en la prevención.
La absorción inadecuada de hierro -señaló la doctora
Calvo- puede deberse a un baja ingesta de hierro causada por ciertos patrones
dietéticos, altos costos y/o baja disponibilidad de alimentos ricos
en este mineral, como así también a una elevada ingesta
de inhibidores de la absorción ( fitatos, polifenoles, dosis altas
de fibras y de calcio) y/o a la falta de consumo de facilitadores (ácido
ascórbico y otros ácidos orgánicos). “El dato
del hierro total ingerido no garantiza cuánto de ese hierro es
absorbido”, dijo.
En el caso de los niños pequeños el crecimiento rápido
es uno de los factores que modifica significativamente la demanda de hierro.
Es por ello -destacó- que se considera a los niños menores
de 2 años como los que están en una situación más
crítica. En la medida que el ritmo de crecimiento se hace más
lento aumenta la posibilidad de cubrir el balance de hierro aportado por
la dieta.
Otro punto a tener en cuenta -comentó la especialista- es el nivel
de los depósitos de hierro que los niños tienen al nacer,
directamente relacionado con el peso del recién nacido y el estado
nutricional de la madre. “Recientes estudios han demostrado que
la anemia de la madre altera el balance de hierro en los primeros 6 meses
de vida del niño”, agregó.
Un momento crucial para mejorar esta situación puede ser la ligadura
del cordón umbilical durante el parto. “Si el clampeo del
cordón se hace luego de esperar 2 minutos hasta que deje de latir
se consigue transferir al niño una cantidad adicional de hierro
entre 40 y 50 miligramos”, destacó Calvo. Sin embargo -aclaró-
en algunos casos como en el sufrimiento fetal agudo, la asfixia o la madre
RH negativa, entre otros, ésta práctica estaría contraindicada,
siendo imprescindible la ligadura inmediata.
La anemia infantil no sólo afecta el desarrollo cognitivo del niño
y lo hace más susceptible a infecciones comunes sino que también
retarda el crecimiento físico y disminuye la capacidad motora.
Razones más que valederas para ser considerada un problema de la
salud pública, dada la alta prevalencia en el país, que
requiere ser abordado con estrategias eficaces de prevención y
tratamiento.
Las propuestas contemplan que si en los primeros 6 meses de vida el bebe
necesita 89 miligramos de hierro, éstos pueden ser provistos por
la lactancia materna exclusiva en conjunción con el aporte resultante
de la ligadura tardía del cordón. Mientras que a partir
del segundo semestre de vida las necesidades ascienden a 164 miligramos
y podrían cubrirse con el consumo de leche fortificada y la introducción
de carne en la dieta de los lactantes a partir de los 6 meses de edad.
Cosas de mujeres
En las mujeres el aumento de la demanda de hierro se debe fundamentalmente
a las pérdidas menstruales y a causas asociadas con el embarazo
como la multiparidad o los cortos espacios intergenésicos que impiden
la recuperación de los depósitos entre un embarazo y el
siguiente.
En la mujer embarazada los requerimientos de hierro ascienden abruptamente
de 1,36 miligramos por día en la mujer no embarazada a entre 5
y 6 miligramos diarios, situación que es imposible cubrir con ninguna
dieta. “Se requiere una suplementación medicamentosa con
60 miligramos de hierro y 400 microgramos de folatos diarios por espacio
de 6 meses para cubrir un requerimiento tan alto”, dijo la doctora
Calvo. Sin embargo -agregó- esto se cumple poco, porque aun cuando
el programa Remediar envía medicamentos a todos los centros de
salud, el hierro queda como remanente por falta de indicación médica
y distribución adecuada.
La prevención a largo plazo es la educación alimentaria
que depende a su vez tanto de la macroeconomía como de prácticas
y creencias que hay que modificar. Mientras tanto, deberá acompañarse
con aquella de mediano plazo como la fortificación de alimentos
accesibles y de corto plazo como la suplementación farmacológica
cuando el caso lo requiera.
“Si se logra una acción conjunta y coordinada de las distintas
estrategias de prevención en la que se incluyan políticas
de salud reproductiva, prácticas obstétricas adecuadas,
promoción de la lactancia materna y un plan de saneamiento ambiental
para controlar ciertas parasitosis anemizantes se podrá combatir
una deficiencia para la que existen soluciones técnicas”,
concluyó la doctora Calvo.
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