A
nivel nanoscópico existen herramientas que nos permiten construir
nuevas estructuras y nuevos materiales
El Comité de Redacción de Acta Bioquímica
Clínica Latinoamericana ha seleccionado y adaptado este artículo
publicado en Ciencia Hoy (Volumen 14, Nº 84, diciembre 2004/enero
2005) para su difusión a través de FABA Informa
Julio Guimpel y Hernán Pastoriza
Instituto Balseiro y Centro Atómico Bariloche, Comisión
Nacional de Energía Atómica
Tamaño y proximidad
Casi todas las propiedades de los materiales están controladas
por alguna distancia característica. Por ejemplo: la conducción
eléctrica está determinada por la distancia media que los
electrones pueden recorrer antes de chocar con algo y desviar su trayectoria
(camino libre medio). La penetración de campo magnético
en un superconductor está determinada por una longitud típica
del material superconductor y también por el camino libre medio.
La realidad es que mientras las dimensiones del sistema permanezcan más
grandes que la distancia característica de la propiedad en estudio,
la física del problema no se modifica y está determinada
por las propiedades intrínsecas del material. Pero si al menos
una de las dimensiones del objeto es menor que la distancia característica
entonces la respuesta del sistema dependerá no sólo de las
propiedades del material sino también de su tamaño. Estos
efectos ‘de tamaño’ presentan la atrayente posibilidad
de controlar la respuesta del sistema, o al menos una parte de ésta,
manipulando su geometría. Por ejemplo, si se deposita una película
metálica (conductora) sobre una superficie aislante (no conductora),
de espesor menor que el camino libre medio de los electrones, la resistividad
eléctrica será más alta cuanto menor sea aquel pues
la distancia máxima que pueden recorrer sin chocar será
el espesor mismo.
Métodos
de fabricación por deposición
• Dentro de los métodos de deposición
los más usuales son la evaporación y el sputtering.
Ambos difieren básicamente en la manera en que se consigue
preparar un “vapor” del material a ser depositado. En
el método de evaporación simplemente se calienta el
material a ser evaporado hasta que el mismo se funde. Si bien en
la figura esto se ha representado pictóricamente con una
llama, el método usual es calentar con una resistencia eléctrica.
Al elevarse la temperatura del material los átomos se agitan
cada vez más fuertemente alrededor de sus posiciones de equilibrio.
•
Debido a esta agitación, la probabilidad de que un átomo
sea expelido aumenta con la temperatura. En el método de
sputtering se hacen incidir iones, típicamente de Argón,
sobre el material del que se quiere formar un vapor. Debido al impacto
de estos iones, el impulso que tienen se transfiere a la red de
átomos, y existe una probabilidad de que algunos de ellos
sean expulsados. El efecto es parecido al que se obtiene al arrojar
una pelota de fútbol a una pileta llena de pelotitas de ping-pong;
algunas de las pelotitas son expulsadas hacia arriba. En la forma
usual en que este método es usado en el laboratorio, una
vez conseguido un buen vacío se dejan entrar al sistema unas
pocas milésimas de Torr de gas Argón, se polariza
el material a depositar con un voltaje negativo de algunos cientos
de Volts. Esto acelera los iones positivos de Argón, o sea
las pelotas de fútbol, hacia el material y arranca átomos,
o sea las pelotitas de ping-pong, formando el vapor que después
se condensa en el sustrato.
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Pero los efectos de tamaño son sólo parte
de los mecanismos de control que están a disposición del
investigador o del tecnólogo. Supongamos que se depositan dos películas
de materiales diferentes, una encima de la otra. Ahora las propiedades
de una pueden afectar a la otra. Por ejemplo, si ambos materiales son
conductores, los electrones de uno pueden atravesar la interfaz y modificar
las propiedades del otro, y viceversa. Por ejemplo una película
de cobre, que es un metal normal, en contacto con una de niobio, que es
un superconductor, puede ser ‘inducida’ a ser superconductora
por los electrones del niobio que penetran en ella. Simultáneamente
la superconductividad del niobio es degradada por los electrones ‘normales’
del cobre. A este tipo de efectos se los denomina ‘de proximidad’.
Superredes
Una combinación de los efectos de tamaño y proximidad es
lo que se utiliza en la fabricación y estudio de ‘superredes’
(o ‘multicapas’). Una superred es un compuesto artificial
donde se depositan películas de dos o más materiales formando
una estructura periódica. Las propiedades de este sistema dependen
no sólo de las de ambos materiales sino también del espesor
de las películas individuales y de la interacción entre
ellas. Las superredes artificialmente diseñadas han sido un campo
de investigación extremadamente activo durante las últimas
décadas. Se han combinado materiales metálicos, aislantes
y semiconductores. Se han fabricado sobre la base de materiales superconductores,
magnéticos, ferroeléctricos, óxidos y otros. Básicamente
se ha probado toda combinación en la que se pudo pensar obteniéndose,
a veces, resultados sorprendentes tal como el caso de la magnetorresistencia
gigante, en donde la resistencia eléctrica del material es órdenes
de magnitud más dependiente del campo magnético que en cualquiera
de los materiales originales.
¿Cómo se fabrica una superred? La respuesta comienza de
una forma relativamente simple. Lo único que hace falta es ‘evaporar’
el material y condensar los vapores sobre la superficie donde se quiere
formar la película, de una manera parecida a como la humedad se
condensa en una ventana fría cuando se está hirviendo agua.
Sin embargo, el proceso no es tan simple como este ejemplo. En primer
lugar, la evaporación se debe realizar en alto vacío si
se quiere tener control sobre la pureza del material depositado y que
éste no reaccione con el oxígeno del aire, por ejemplo.
El vacío mínimo necesario es el correspondiente a una presión
de aproximadamente 10-7 Torr (1 Torr = 1 mmHg, milímetro de mercurio)
o sea unas 10.000 millones de veces más pequeña que la presión
atmosférica. En segundo lugar, las temperaturas necesarias para
evaporar un material metálico son, salvo algunas excepciones, del
orden de los 1.000 °C, muy superiores a las necesarias para evaporar
agua. La forma usual de hacer esto es colocar el material a ser evaporado
en una cazoleta o naveta de tungsteno (cuyo símbolo químico
es W), a través de la cual se hace circular una corriente eléctrica
que la calienta llevándola a la temperatura de fusión del
material a depositar. Estas técnicas son en la actualidad de rutina
en muchos laboratorios y permiten depositar películas de un espectro
amplio de materiales. Los equipos para realizar esto se clasifican en
‘equipos de evaporación’ si el vacío es del
orden de 10-7 a 10-8 Torr y en equipos de ‘epitaxia de haz molecular’
si el vacío es del orden de 10-11 a 10-10 Torr. El término
epitaxia se refiere a que la estructura cristalina del material que se
deposita está determinada por la estructura cristalina del sustrato,
y el término haz molecular se refiere a que con presiones tan reducidas
la deposición se puede realizar a velocidades extremadamente bajas
y la deposición es molécula por molécula o átomo
por átomo.
Superredes
Para fabricar una superred se depositan alternativamente películas
de dos materiales diferentes, de forma de lograr una estructura
periódica.
La imagen mental que uno posee de esta estructura es un apilamiento
ordenado de átomos donde las capas se forman de una manera
perfecta.
Sin
embargo la realidad es diferente. Por un lado las distancias naturales
entre átomos en ambos materiales son diferentes. A su vez,
los átomos interdifunden en las interfaces, mezclando ambos
materiales. El resultado es que se mantiene un ordenamiento químico
donde hay capas alternadas de ambos materiales, pero las interfaces
no están bien definidas, formándose allí
una especie de aleación entre los dos materiales, que puede
modificar las propiedades de la superred. Esto se ve claramente
en esta foto obtenida por microscopía electrónica
de alta resolución. En esta técnica se observan
los patrones de interferencia producidos por un haz de electrones
que atraviesa la muestra, patrones que están determinados
por la ubicación y características de los átomos.
La foto tiene una gran semejanza con la ubicación real
de los átomos y, en ese sentido, se suele interpretar como
una ‘fotografía’ de los átomos en el
material.
En este caso estamos viendo una superred de dos películas
superconductors, una de un cuprato (GdBa2Cu3O7) y la otra de una
manganita (La0,6Sr0.4MnO3) donde el espesor de ambas capas es
de aproximadamente 2,4 nanómetros. Ambos materiales se
identifican en la foto porque el GdBa2Cu3O7, o GBCO, aparece más
claro, y el La0.6Sr0.4MnO3, o LSMO aparece más oscuro.
Se ve claramente que las interfaces no están perfectamente
definidas y que hay una zona con un poco de mezcla entre ambos
materiales.
Foto
cortesía de N. Haberkorn, F. Lovey y A. Condó, realizada
en la división Metales del Centro Atómico Bariloche
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Sin embargo, no todos los problemas han sido resueltos.
¿Qué podemos hacer si el material que queremos depositar
tiene una temperatura de fusión más alta que la del W? ¿Qué
hacemos si el material no es un elemento sino un óxido y se descompone
antes de fundirse? Para contestar la primera pregunta, existen otros métodos
de calentamiento, tales como hacer incidir en el material a ser evaporado
un haz de electrones de alta energía y fundirlo localmente. Para
la segunda pregunta la respuesta no es simplemente cambiar el método
de calentar. En este caso debemos cambiar la manera de arrancar átomos
del material dado que ya no podemos hacerlo simplemente agitando el material
por medio de la energía térmica. En este caso otro método
posible es el conocido como erosión catódica o ‘sputtering’
(ver recuadro ‘Métodos de fabricación por deposición’).
Por supuesto que existen muchos otros métodos de deposición
o decrecimiento de películas que no hemos mencionado aquí.
Los que hemos descripto pueden ser clasificados como ‘método
físicos de deposición’ ya que involucran una transferencia
de energía o impulso. Por otro lado existen ‘métodos
químicos’ como la deposición por vapor químico
(o CVD por sus siglas en inglés), donde una combinación
de moléculas en estado gaseoso se hace reaccionar sobre la superficie
a ser cubierta. Existen también métodos electroquímicos
donde se hace crecer una capa de óxido en la superficie de una
pieza de material, como aluminio por ejemplo. La lista de métodos
es demasiado larga como para enumerarlos aquí.
¿Hemos fabricado lo que queríamos?
Esta pregunta, que a primera vista puede parecer ingenua, es el punto
de partida de todo un campo de estudio que examina el ‘modo de crecimiento’.
Así como a un nivel macroscópico un fluido puede ‘mojar’
una superficie y cubrirla homogéneamente, o no hacerlo y formar
gotas, también a nivel microscópico sucede esto y el material
depositado puede cubrir la superficie o formar ‘islas’ que
después se funden en una capa continua pero con una estructura
más desordenada. El experimentador no tiene control sobre este
crecimiento ya que depende de las propiedades microscópicas de
los materiales y de sus interacciones. Además, en el caso de crecer
una superred, aparece el fenómeno de interdifusión, donde
los átomos se mezclan a través de la interfaz y la misma
termina no estando totalmente definida sino como una zona borrosa. Este
tipo de efectos que a primera vista aparecen como problemas, son en buena
medida los que transforman el campo de estudio en interesante, ya que
permiten que no todo sea predecible y se encuentren efectos interesantes
donde no se los esperaba.
Finalmente, en este camino hacia la fabricación de estructuras
nanométricas tenemos que encontrar una manera de moldear las películas
y superredes. Este paso es la base de la aplicación tecnológica
de los films, ya que sin ello no pasarían de ser recubrimientos
de superficies. Esta técnica se conoce como moldeado fotolitográfico,
y se basa en la conocida técnica de litografía usada desde
hace siglos en la producción de grabados artísticos. El
método consiste en recubrir el film con un material fotosensible,
conocido como fotorresina, y proyectar sobre él la forma geométrica
que se le quiere dar al depósito. La fotorresina se impresiona
de la misma manera que la película en una cámara fotográfica
y, al revelarla con un químico adecuado, la parte expuesta es removida.
De esta manera se ha dejado sobre la superficie una película plástica,
moderadamente resistente a los ácidos, y de la forma geométrica
que se necesita. El último paso es atacar con un ácido la
película no cubierta para disolverla y, a continuación,
limpiar la fotorresina. De esta forma se logran hacer motivos geométricos
con una resolución en los detalles de un micrón, o milésima
de milímetro. Este es el procedimiento usual utilizado ef la fabricación
de ‘chips electrónicos’ o circuitos integrados, donde
utilizando esta técnica o variantes de ella, y superponiendo muchas
capas de películas de distintos materiales semiconductores y conductores,
se logran introducir millones de componentes como transistores, resistencias,
capacitores y otros en una superficie de pocos milímetros cuadrados.
Moldeado litográfico
El proceso de fotolitografía
es un método que se utiliza para conferir una forma geométrica
determinada a una película.
Existen diversas variantes del mismo de las cuales mostraremos
sólo una para ilustración del procedimiento. (a)
El método comienza tomando una película depositada
sobre un sustrato. (b) El primer paso es cubrir la película
con una capa de un material fotosensible llamado fotorresina.
Este material tiene la propiedad de cambiar sus características
químicas al ser irradiado con luz. Este recubrimiento tiene
un espesor de aproximadamente medio micrón, o sea media
milésima de milímetro. (c) A continuación
se expone la fotorresina utilizando luz ultravioleta, UV. La forma
geométrica se define por medio de una 'máscara'
que se prepara con métodos fotográficos convencionales,
o por escritura directa. (d) una vez expuesta la fotorresina,
la misma se revela en un producto que remueve todo lo que fue
expuesto a la luz UV dejando sólo el motivo desweado. A
continuación se ataca la película no cubierta con
un ácido adecuado, aprovechando que la fotorresina es moderadamente
resistente a los mismos. (e) Finalmente se remueve la fotorresina
y se obtiene la película con la forma geométrica
deseada.
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Fotografía tomada con un microscopio electrónico
de barrido de una estructura de cruces fabricada en la división
bajas temperaturas del Centro Atómico Bariloche, definida
en una resina sensible a la irradiación por electrones
(PMMA) luego de la exposición y revelado. La barra indica
una lon gitud de 1 micrómetro.
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¿Qué sucede si queremos hacer detalles menores
aún, digamos de unos pocos nanómetros? En este caso la proyección
de la imagen con luz falla pues la longitud de onda de la luz usada es,
justamente, de unas centenas de nanómetros y los fenómenos
de difracción dominan la formación de la imagen desdibujándola
completamente. En este caso es necesario utilizar algo que tenga una longitud
de onda menor aún. La mecánica cuántica nos enseña
que toda partícula en movimiento tiene una longitud de onda asociada
(ver el artículo de Fainstein y Hallberg en este número).
Por ejemplo un electrón que fue acelerado en un campo eléctrico
de 30.000 Volts posee una longitud de onda de algunos picometros, es decir
una billonésima parte de un metro. Entonces, utilizando electrones
para ‘sensibilizar’ la resina que colocamos para proteger
la película a estructurar, no estaríamos limitados por fenómenos
de difracción como en el caso de la utilización de luz,
y como consecuencia podemos tener una mayor definición. Esta técnica
se denomina litografía electrónica.
Por otro lado, al ser los electrones particulas con carga eléctrica
podemos controlar no sólo su longitud de onda por medio del voltaje
de aceleración, sino también su dirección. Así,
de manera equivalente al funcionamiento de los tubos de rayos catódicos
de un monitor, es posible controlar con extremada precisión el
lugar de incidencia del haz de electrones. Este es también el principio
de funcionamiento de un microscopio electrónico de barrido. En
estos instrumentos, un fino haz de electrones recorre regularmente una
muestra. Los electrones reflejados construyen la imagen del objeto. En
la litografía, adaptando estos microscopios, se utiliza el mismo
haz para ‘dibujar’ el patrón deseado. Los pasos posteriores
son equivalentes y ya fueron descriptos: revelado, deposición y
remoción de la resina residual.
Si bien es tentador pensar que, ya que no existe la limitación
del límite de difracción, con esta técnica sería
posible definir estructuras sub-nanométricas, otros fenómenos
asociados con la interacción de partículas aceleradas con
la materia son los limitantes de la resolución última obtenible,
en general 25 nanómetros.
¿Qué pasa en tres dimensiones?
Las técnicas que describimos hasta ahora nos permiten hacer de
manera más o menos compleja sistemas a nivel nanoscópico
básicamente bidimensionales, o sea películas delgadas o
superredes depositadas sobre un sustrato y moldeadas lateralmente. ¿Es
posible extender estas técnicas para construir estructuras, y quizás
máquinas, tridimensionales? Aquí la selectividad química
de cierto tipo de ácidos para atacar algunos materiales y no otros
nos ayuda. Tomemos una superred como las que describimos anteriormente
donde uno de los materiales es silicio y el otro dióxido de silicio
(SiO2), ambos muy usuales en la fabricación de microcircuitos integrados.
Si la sumergimos en ácido fluorhídrico (HF), observaremos
que el SiO2 se disuelve mucho más rápidamente que el silicio
por lo que, luego de un tiempo, obtendremos láminas de este último
liberadas del sustrato ya que estaban unidas a través del SiO2
disuelto. Si ahora complicamos el procedimiento un poco más y a
cada una de las sucesivas capas de silicio y de SiO2 las moldeamos lateralmente
por medio de litografía podemos llegar a construir estructuras
complejas con soportes, palancas, bisagras, etc., formando sistemas móviles
a escalas micrométricas. Este es el procedimiento básico
más utilizado para construir micromáquinas.
Estamos entonces en posesión de un arsenal de técnicas y
materiales que nos permiten hacer arquitectura a nivel nanoscópico
y construir, dentro de algunas limitaciones, nuevos materiales y nuevas
estructuras. A partir de este punto es la imaginación la que nos
permitirá avanzar y proponer nuevos compuestos, nuevas superredes
con nuevas propiedades y nuevas micromáquinas con funciones para
resolver los problemas que se nos presenten.
• Imagen de microscopio electrónico de barrido de
una litografia realizada por medio de un haz de electrones. La
parte oscura, que reproduce el logo del Instituto Balseiro en
un tamaño de aproximadamente 2 milésimas de milímetro,
corresponde al 'agujero' resultante en la resina (en este caso
poli metil meta acrilato (PMMA), luego de la exposición
y el revelado.
• Imagen de microscopio electrónico de barrido de
un oscilador mecánico. Nótese que la lámina
en el medio de la imagen está despegada del sustrato y
sostenida por los dos resortes.
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•
Julio Guimpel Doctor en Física, Instituto Balseiro. CNEA
y Universidad Nacional de Cuyo. Profesor Adjunto, Instituto Balseiro.
Investigador CNEA e Investigador Independiente, CONICET. jguimpel@cab.cnea.gov.ar
• Hernán
Pastoriza Doctor en Física. Instituto Balseiro. Universidad
Nacional de Cuyo. Profesor Adjunto del Instituto Balseiro. Investigador
CNEA. Investigador Adjunto. CONICET.
Lecturas sugeridas
BUNSHAS RF (ed), 1994, Handbook of
Deposition Technologies for Films and Coatings, Noyes Publications, Park
Ridge, New Jersey. CHOPRA KL, 1969, Thin Film Phenomena, McGraw-Hill.
KASTURI L, ‘Máquinas microscópicas’, Revista
Investigación y Ciencia: 230 - Nov. 1995.
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