Distrito I
De enero a diciembre: un nuevo desafío
Cuando uno regresa de vacaciones, deshace las valijas, aprovecha para ordenar un poco la casa, tira los papeles que quedaron arrumbados del año pasado- que nunca sabemos para qué los guardamos- y empieza a pensar en cómo será este año, con cuántos desafíos nos encontraremos, con quién nos tocará compartir la mesa y hacia qué nuevos rumbos nos llevará el destino. Siempre intentamos o acaso idealizamos, trabajar un poco menos este año y asumir menos responsabilidades para poder disfrutar más y mejor de nuestro tiempo. Pocas veces lo logramos y seguimos agregando peso a la mochila de ocupaciones y cada año que pasa trabajamos un poco más, para ganar un poco más, que sólo nos brinda dolores de cabeza y una pobre calidad de vida. También nos acordamos de todos los momentos vividos con nuestros afectos y aspiramos a recuperar espacios y amigos que hace mucho tiempo olvidamos o al menos dejamos de frecuentar. Es necesario fijar un orden de prioridades para que nuestra vida no parezca una carrera de obstáculos, y ubiquemos a la cabeza de nuestros objetivos los momentos compartidos con la gente que realmente queremos.
A veces tirando cosas viejas, encontramos fotos, boletos, boletas, tickets, llaves, botones, cartas, comprobantes, recibos, facturas, tarjetas, anotaciones, agendas, recordatorios, que nos reflejan los años pasados y permiten revivir instantes, buenos y malos, que nos detienen a reflexionar y ayudan a recomponer en parte el futuro inmediato. O quizás nos lleven a hacer un balance, de horas trasnochadas, de amaneceres desvelados, de gastos desmesurados, de juegos compartidos, de ropa en desuso, invadidos por la tristeza de dejar atrás instantes vividos que no volverán.
Y nos ponemos a filosofar…este año no voy a ceder a las presiones y tentaciones!!!
Una expresión de deseo que tal vez usamos en muchas ocasiones, y que casi nunca podemos lograr, retumba una y otra vez, cada enero en nuestra mente y nos sorprende cada diciembre, exhaustos y rendidos, en el intento fugaz de alcanzar tal desafío. Pero vale la pena todos los años plantearse alguna epopeya para mantenernos vivos. Nada imposible de cumplir pero al menos que sostenga el espíritu de la posible conquista. Y nunca es tarde ara torcer el rumbo!
Al contrario, estamos en un país donde lo urgente es empezar a planificar a largo plazo, aunque parezca una contradicción. Lo crucial sería producir un cambio paulatino de la conducta de los ciudadanos, a través de una mejor educación, desde la casa, la escuela y con nuestros ejemplos, para formar jóvenes que dicten normas propias de convivencias y que dediquen todos sus esfuerzos en lograr que TODOS las cumplan sin excepciones. Discutir hasta el hartazgo todos los proyectos pero una vez aprobados, acordados y reglamentados, no perdamos la vida en seguir protestando y preguntándonos si nos conviene, y sean leyes de vida que nos permitan evitar las inequidades sociales. Es muy difícil hablar de justicia social y no caer en la tentación del asistencialismo. Pero desde el respeto mutuo, la tolerancia, el consenso, la amplitud de criterios, es posible construir entre todos una sociedad que se sienta orgullosa de brindar a cada uno de sus integrantes, las mismas posibilidades para desarrollar una vida superadora a partir de las próximas generaciones. Realmente es una tarea ciclópea pero todos los eneros es bueno sacudirnos la modorra, recuperar fuerzas y arremeter quijotescamente contra los molinos de viento.
Lo ideal es no estar solo en esta empresa y contar con los jóvenes, para que ellos tomen la posta y construyan un mundo mejor.
GABRIEL DI BASTIANO
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