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Actualidad

Por Ana María Pertierra
Relación madre-hijo:
un vínculo mediado por células
Demuestran que la mujer posee en su cuerpo células de sus hijos. El fenómeno, que se denomina microquimerismo por la escasa cantidad de células transferidas, se ha comprobado por la presencia de células fetales en ciertos órganos maternos. Éste tipo de células posee gran capacidad para regenerar el cuerpo de la mujer, y existe evidencia científica que avala su participación en la reparación del corazón de madres con cardiopatías.

Dra. Natalia López Moratalla
catedrática de Bioquímica en la Universidad de Navarra, España

Colmar a una madre de obsequios puede ser la ambición de todo hijo, sin embargo aquél que no pueda hacerlo no deberá sentir culpa. Hoy la ciencia nos revela que en el momento del nacimiento cada hijo “le regala” a su progenitora una cantidad de células que podrían proteger su bien más preciado, la salud, reparando daños en alguno de sus órganos vitales.
Este fenómeno denominado microquimerismo es uno de los avances más relevantes en el campo de la embriología que la doctora Natalia López Moratalla acaba de divulgar en un reciente informe de revisión de artículos de Nature, Science, PNAS, Trenes in Neurosciences, entre otros, junto a un grupo de especialistas de distintas disciplinas de la Universidad de Navarra, España.
En comunicación con Faba-Informa a través del correo electrónico, López Moratalla, profesora de la Cátedra de Bioquímica y Biología Molecular de las Universidades españolas de Valencia y Navarra, explicó que “por ser la gestación una simbiosis de dos vidas, algunas células madre de la sangre del feto y su placenta, que son pluripotenciales, pasan a la circulación materna y se almacenan en nichos, especialmente en la médula ósea y también se dispersan en los órganos maternos como la piel, la tiroides, el hígado, el riñón, la glándula adrenal y el pulmón”. Según la catedrática española, la madre “guarda memoria de cada embarazo en forma de células madre fetales ya que los órganos de la madre contienen células procedentes del feto que ha gestado”.
Si bien la especialista reconoció que todavía no se sabe por qué las células madre crecen en la médula ósea materna y de allí salen a diferentes partes del cuerpo y algunas vuelven luego de su “gestión de vigilancia”, lo que sí se ha determinado es que dichas células pluripotenciales se encuentran en la sangre de la madre en una cantidad de 2 a 6 células por mililitro y que permanecen viables hasta 20 años después del nacimiento del hijo. Técnicamente, ha resultado relativamente fácil advertir este fenómeno, ya que se ha identificado el cromosoma Y, exclusivo del varón, entre la celularidad materna.
Este regalo que el recién nacido le hace a su madre puede ser muy útil para reparar ciertos tejidos dañados. “Por su origen fetal, éstas células son muy jóvenes, tienen una gran capacidad de auto-renovación y colaboran con las células madre adultas en la función regenerativa del cuerpo de la mujer”, señaló López Moratalla. Y –agregó– hoy día existen datos que avalan la participación de esas células en la reparación del corazón de madres que padecían cardiopatías.

Embarazo y hormonas

El proceso biológico natural del embarazo reduce el estrés en la mujer y aumenta la confianza. Según los especialistas, el embrión desde el día 15 de vida cuando se implanta en el útero comienza a comunicarse con los tejidos de la madre. Es entonces cuando se producen los cambios hormonales que actúan en el cerebro y en el resto del cuerpo de la mujer. “Entre el segundo y cuarto mes del embarazo los niveles de progesterona aumentan entre 10 y 100 veces y actúa sobre las neuronas del hipotálamo produciendo una doble acción, por un lado reduce la producción de cortisol, hormona del estrés, y por otro permite el almacenamiento de grandes cantidades de oxitocina, la hormona de la confianza. Se reduce así la respuesta emocional y física al estrés en la mujer y favorece un mejor desarrollo del feto”, explicó López Moratalla.
Y –añadió– los agentes y situaciones que provocan estrés activan una zona del hipotálamo, el área cerebral responsable del aprendizaje y la memoria, lugar donde se liberan sustancias, como el factor liberador de corticoides o CRH, que estimulan la liberación de hormonas que a su vez inducen en la glándula adrenal la producción y liberación al torrente sanguíneo de cortisol, la hormona del estrés. Sin embargo, el aumento de progesterona en el cerebro establece y mantiene una baja respuesta a los agentes del estrés en la mujer gestante, al mismo tiempo que estimula la producción de neurotransmisores cerebrales en la madre, como la oxitocina, denominada también la hormona de la confianza. Esta molécula –explicó López Moratalla– se une a los receptores de diversas regiones del cerebro y regula su actividad específica generando el vínculo de apego. En el quinto mes de embarazo, la madre registra los movimientos del feto y comienza la secreción de oxitocina. El parto y la lactancia a través del contacto corporal producen una mayor liberación de dicha hormona que refuerza el vínculo madre-hijo.

La maternidad y la actividad cerebral

La conducta maternal, esa inclinación de la madre a cuidar y proteger a los hijos, ocupa una posición única y privilegiada en los sentimientos humanos. Y ha llevado a la neurobiología a escudriñar en los mecanismos cerebrales que la expliquen.
“Mediante técnicas de neuroimagen funcional se demostró cómo el embarazo cambia el cerebro de la mujer desde el punto de vista funcional y estructural, al responder a las consignas básicas que recibe del feto. Se crea un vínculo que es emocional y afectivo porque se potencian los circuitos neuronales más fuertes de la naturaleza”, sostuvo la profesora. Y –agregó– con ciertos matices, también se genera un vínculo afectivo natural tanto en los padres biológicos como en los adoptivos así también como en las personas tras un contacto íntimo y diario con un niño.
Y en el comienzo de esa relación se podría decir que es el embrión quien tiene a cargo el timón que conducirá a buen puerto el desarrollo del nuevo ser.
Es conocido el mecanismo de tolerancia inmunológica que evita el rechazo del embrión. “Es un proceso biológico natural por el cual las defensas de la madre contra lo extraño se desactivan a petición del embrión”, señaló López Moratalla. Todo ello mediante una red de sustancias que se liberan, actúan localmente y silencian a todas las células maternas de la inmunidad como las “asesinas naturales” ( NK o natural killers), los linfocitos T, y los linfocitos B.
“El factor clave que inicia este proceso es la expresión de la molécula HLA-G, un antígeno de histocompatibilidad, por parte del embrión en estado de blastocisto”, explicó la bioquímica. Si bien el embrión es 50% materno y 50% paterno, resulta extraño a la madre ya que no es parte de la madre pero tampoco es un injerto que sería rechazado en forma natural. “La atmósfera de tolerancia inmunológica creada en el diálogo molecular hace que la madre perciba al embrión como algo no propio y, sin embargo, no active las defensas y la gestación resulte una simbiosis de dos vidas”, concluyó López Moratalla

 

 

 

Relación madre-hijo:
un vínculo mediado por células

Un microscopio para ver las células en 3D



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