Distrito I - Editorial
Balance interior
En cierta forma, todos los años para esta fecha, queremos parecer seres más buenos, que valoran las pequeñas cosas que nos rodean como si fueran momentos esenciales, que nos marcan el destino para toda la vida. Y la vida no se compara con nada. No acepta imitaciones. Se elabora día a día, como el pan, con sales del sudor y amasado constante a nuestro gusto. Paladar de exigentes que no se conforman con la primera horneada, que siempre buscan algo más, algo distinto para diferenciarse del resto de los mortales. Siempre podemos optar y elegir. Está en nosotros aceptar las cosas como vienen…y seguir aceptando. Está en nosotros el poder de decisión. Ese poder que nace del alma y nos domina la cabeza hasta la tozudez de pelear siempre por nuestros ideales. A veces con falta de objetividad, a veces con exceso de confianza y a veces hasta con algo de ingenuidad, pero luchando hasta el final para obtener casi siempre la posibilidad del libre albedrío. Hay muchas cosas que están a nuestro alcance, cerca de las narices, y se nos pasan de largo - como el tren que no tiene regreso - por mirar hacia el cielo en lugar de buscar en la tierra las soluciones para todos los enigmas de la vida. Esa vida simple de los hombres comunes, que solo piensan en disfrutarla. Los otros, los que se llevan el mundo por delante, los que pisan y siguen, los que se acercan con mayor velocidad hacia la muerte, forman una caparazón que los protege para no mostrarse débiles ante los seres, que no tienen tanto como ellos, pero poseen la libertad para no sentirse esclavos de ninguna posesión y la ventaja de no vivir en ningún country alambrado y custodiado. Qué locura las ganas de gastar tanto para estar presos!!! Pero siempre hay un momento de reflexión cuando nos quedamos solos y podemos ver las cosas de otra manera. Cuando estamos relajados y el día se extingue, buscamos la razón de todos los problemas y planteamos algunas soluciones para mañana. Planifiquemos un mañana más simple. Una vida sencilla sin tantas complicaciones. Aceptemos el disenso y que otra mirada es posible. No digamos que NO de entrada sin dar derecho a ninguna explicación. Seamos generosos, justos y humanos para no convertir la relación con el otro en una batalla más, sanguinaria e innecesaria.
Y para estas fiestas de fin de año, cuando todo se aletarga, busquemos algo nuestro, bien nuestro, que nos devuelva la alegría de compartir un momento de paz y evite la tentación de transformarse en otro loco más que no puede abrir su corazón y se encierra para siempre.
Hagamos aunque sea el último intento para que valga la pena estar vivos.
FELICES FIESTAS
GABRIEL DI BASTIANO
|
|